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El Precio Del Infierno
Federico Betti
Centro histГіrico de Bologna. El agente de policГa Stefano Zamagni se encuentra envuelto en un intento de robo que consigue desmantelar. Enseguida se conoce la identidad del atracador y de esta manera comienza la investigaciГіn para encontrarlo. Pero la actividad de las Fuerzas del Orden se ve impactada por autГ©nticas amenazas e intimidaciones. Centro histГіrico de Bologna. El agente de policГa Stefano Zamagni se encuentra envuelto en un intento de robo que consigue desmantelar. Enseguida se conoce la identidad del atracador y de esta manera comienza la investigaciГіn para encontrarlo. Pero la actividad de las Fuerzas del Orden se ve impactada por autГ©nticas amenazas e intimidaciones. ВїQuГ© se oculta debajo de esto? Compete a Zamagni y a sus hombres descubrirlo, acabando inevitablemente en una vorГЎgine de miedo y terror en los lГmites de lo imposible.
Federico Betti
El Precio del Infierno
Federico Betti
El Precio del Infierno
TraducciГіn: MarГa Acosta
Copyright @ 2020 – Federico Betti
Publicado por Tektime
I
Stefano Zamagni era un agente del Departamento de Homicidios. Le gustaba mucho la vida tranquila y en su tiempo libre le encantaba recorrer Bologna con su deportivo de dos plazas color gris plata. Una frГa maГ±ana de enero В se levantГі, se tomГі un rГЎpido desayuno a base de zumo de pomelo y algunas rebanadas de pan ГЎcimo y saliГі para ir a trabajar. TenГa su pistola de calibre 38 en la cartuchera.
En cuanto llegГі a vГa Rizzoli, al ver que llegaba temprano al trabajo, decidiГі pararse para saludar a su amigo Mauro Romani en el local de comida rГЎpida del que era propietario, en el nГєmero 68 de la misma calle.
En cuanto entrГі vio a un individuo sospechoso en la otra parte de la barra con una escopeta de caГ±ones recortados en la mano derecha, preparado para hacer fuego sobre el seГ±or Romani si no le daba el contenido de la caja.
Cuando vio el saco del dinero en las manos del atracador y a su amigo Mario libre, sacГі la pistola de la cartuchera que llevaba debajo de la chaqueta.
– ¡Quieto, policГa! –dijo Stefano esperando que el individuo se parase. Pero eso no ocurriГі: el hombre enmascarado se escabullГі detrГЎs de una puerta que daba al sГіtano.
Sin dudarlo un momento Stefano, con el arma en la mano, persiguiГі al atracador por las escaleras esperando que no hubiese desaparecido en la nada.
Lo intentГі durante mucho tiempo pero no lo encontrГі.
QuizГЎs realmente habГa conseguido escapar, o quizГЎs no.
Estaba a punto de irse cuando fue atraГdo por un extraГ±o resplandor rojizo que provenГa de detrГЎs de la esquina.
Con mucho cuidado, manteniendo siempre la calibre 38 en la mano, se moviГі hacia aquella extraГ±a e intensa luz. En dicho lugar habГa un libro en el suelo. La portada era de raso rojo. Un rojo oscuro. OscurГsimo. Estridente.
No se pudo resistir.
En cuanto Stefano tocГі el libro, el resplandor cegador desapareciГі.
CogiГі el libro y se lo llevГі a comisarГa, donde trabajaba.
Con tranquilidad, se puso a trabajar en su escritorio. Estaba buscando la manera de encontrar a aquel sombrГo individuo con el que se habГa topado en el local de vГa Rizzoli.
TenГa un poco de migraГ±a pero no le hizo caso porque despuГ©s de demasiadas jornadas de intenso trabajo acostumbraba a padecerlas. DespuГ©s de unos minutos hizo una seГ±al a sus compaГ±eros y se fue a casa.
SubiГі al deportivo y se puso en marcha con el libro en el otro asiento del coche.
EncendiГі la radio para escuchar si habГa novedades sobre lo que le habГa ocurrido en el local de comida rГЎpida u otras noticias que le pudiesen interesar: le volvГan loco aquellas que eran curiosas o se salГan de lo comГєn. El locutor no dijo nada de particular, asГ que Stefano apagГі la radio.
En cuanto llegГі a casa, cogiГі el libro que habГa encontrado por la maГ±ana, lo puso sobre el escritorio de su estudio y se puso a leer el periГіdico.
Le atrajo inmediatamente un titular en grandes caracteres en la primera pГЎgina:
INTENTO DE ROBO EN UN LOCAL DE COMIDA RГЃPIDA EN VГЌA RIZZOLI.
Por lo que leyГі comprendiГі inmediatamente que todavГa no habГan identificado al atracador. CerrГі el periГіdico.
Para intentar calmarse definitivamente se hizo una infusiГіn a base de menta, hibisco y otras hierbas refrescantes, y se tumbГі en el sofГЎ del salГіn esperando que nadie lo fastidiase con el telГ©fono o llamando al timbre. No tenГa ganas de hablar.
La investigaciГіn sobre el atracador y su identidad seguГan su curso, aunque Stefano no estuviese en la comisarГa.
II
DespuГ©s de un intenso trabajo en el local de comida rГЎpida y en la comisarГa, la policГa cientГfica y algunos otros agentes consiguieron la identificaciГіn del atracador con el que se habГa encontrado Stefano Zamagni.
Su nombre era Daniele Santopietro. El hombre tenГa antecedentes por atraco a mano armada, violaciГіn y violencia durante las actuaciones y encuentros de magia negra.
DecidiГі tomar el mando de la investigaciГіn Alice Dane, una agente proveniente de Scotland Yard, pero de origen irlandГ©s, concretamente de la ciudad de Belfast.
Determinada a encontrar a Santopietro, partiГі en su berlina deportiva por la carretera estatal que atravesaba la ciudad, para su gusto con demasiado trГЎfico.
SabГa que lo encontrarГa por la otra parte de Bologna, en vГa Saffi.
En cuanto llegГі a esa calle aparcГі el coche y se dirigiГі hacia la casa de Santopietro con la pistola en el bolso. Cuando encontrГі el edificio que buscaba pulsГі el timbre inventГЎndose una excusa para entrar sin levantar В las sospechas de nadie.
DespuГ©s de entrar, le llevГі poco tiempo encontrar la puerta con el rГіtulo SANTOPIETRO.
La puerta estaba semicerrada. EntrГі con facilidad en el piso. QuizГЎs demasiado fГЎcilmente, pensГі ella.
Con la pistola en la mano avanzГі por el piso. ParecГa que dentro no hubiese nadie. Era un lugar oscuro y tГ©trico, lo que no le gustaba nada, pero debГa seguir adelante. No podГa pararse. No ahora que habГa llegado hasta allГ.
Era un piso con muchas habitaciones, todas bastante grandes y amuebladas. ExplorГі un poco todas: desde la cocina hasta el trastero, desde el dormitorio a otra sala. Todo estaba conectado por largos y oscuros pasillos. En su interior no se veГa a nadie.
Estaba a punto de marcharse cuando se dio cuenta de que habГa pasado por alto una pequeГ±a habitaciГіn en el Гєltimo rincГіn oscuro.
Siempre con la pistola en la mano se acercГі silenciosamente hacia el pequeГ±o cuarto apartado, poniendo cuidado en cada pequeГ±o movimiento que pudiese surgir en cualquier momento. TenГa mucho miedo. No le gustaba nada aquella casa.
No veГa la hora de salir de allГ. Temblaba.
EchГі un vistazo al interior, para ver si, por si acaso, podГa encontrar a Santopietro allГ. SegГєn la descripciГіn que le habГan dado de aquel hombre, se dio cuenta de inmediato que probablemente lo habГa descubierto.
Estaba sentado a una mesucha lleno de muchos frasquitos de vidrio que contenГan lГquidos de diversos colores: amarillo, rojo, verdoso. No entendГa lo que podГan ser.
De repente vio una figura humana escondida detrГЎs de una columna bastante ancha.
TenГa agujas y pequeГ±os tubos de goma en el cuello, en el estГіmago y en las extremidades. Un lГquido del mismo color que habГa visto poco antes sobre la mesucha salГa desde el cuerpo de aquel hombre y, a travГ©s de los tubos que tenГa encima, llegaba hasta tres frascos iguales que los anteriores.
Sin embargo no conseguГa todavГa entender quГ© estaba ocurriendo en aquella maldita habitaciГіn y un escalofrГo le recorriГі la espalda.
Fuese lo que fuese que sucedГa allГ dentro, Alice estaba decidida a detener a aquel individuo en su piso, esposarlo y llevarlo a la comisarГa de policГa de Bologna para entregГЎrselo, primero a Stefano Zamagni, al que, ademГЎs, deberГa todavГa conocer, a continuaciГіn a quien tuviese competencia en los rangos mГЎs altos del sistema judicial. Pero debГa actuar enseguida, sin esperar ni un segundo mГЎs, sino serГa demasiado tarde, tanto para ella como para aquella pobre persona que se encontraba en las garras de Santopietro.
MantenГa con fuerza la pistola en la mano, preparada para hacer fuego si fuese necesario.
Mientras Santopietro estaba concentrado en su trabajo Alice Dane saliГі de su escondite.
– ¡Quieto, policГa! –gritГі.
Santopietro no le hizo ni caso.
– ¡He dicho, quieto! –volvió a gritar con todas sus fuerzas.
Г‰l no moviГі ni un dedo.
En todo el tiempo desde que estaba allГ dentro no se habГa dado cuenta de que la persona que estaba al lado de Santopietro estaba viva. Se percatГі sГіlo en aquel instante.
– ¡Arriba las manos!
Santopietro continuГі haciendo su trabajo sin preocuparse de la mujer que tenГa en la mano una pistola reglamentaria.
Cansada de gritar, Alice decidió disparar para detenerlo. Apuntó. Contó hasta cinco antes de apretar el gatillo. Uno, dos, tres, cuatro, cinco…  disparó. Bastó con un tiro.
– ¡NOOOOO! –gritó Santopietro.
Desafortunadamente para ella Alice habГa disparado al cerebro del conejillo de Indias de Santopietro. Culpa de la mala suerte. Un error de apreciaciГіn de unos pocos milГmetros.
El criminal comenzГі a despotricar contra la agente de policГa.
– ¡Me las pagarГ©is! ВЎTГє y ese policГa cabrГіn! –dijo insultГЎndolos por la perdida sufrida.
Inmediatamente Alice comprendiГі lo que eran aquellos extraГ±os lГquidos de la mesa y le dio un escalofrГo.
IntentГі calmarse pensando que debГa ser imposible todo lo que se le habГa pasado por la cabeza. Luego, tuvo la oportunidad de cambiar de idea. Seguramente todo era verdad.
Orina. Sangre. Bilis.
– ¡Me las pagaréis por todo lo que habéis hecho! –gritó de nuevo Santopietro. – ¡Me lo habéis quitado! ¡Ocuparéis su puesto, tú y tu jodido amigo!
Alice sintiГі un escalofrГo, no tanto por lo que habГa dicho al principio sino por la Гєltima frase que habГa pronunciado.
– ¡Lo has matado! –gritó, lleno de rabia.
Alice decidiГі esconderse detrГЎs de una columna para ver todo lo que estaba sucediendo en aquella infame estancia.
Santopietro tenГa los ojos rojos y ardientes, la lengua mГЎs negra que el carbГіn.
Alice dirigiГі la mirada a la columna que habГa escogido como refugio: estaba toda decorada con lГneas onduladas de distintos colores. Rojo, azul, negro.
En un momento dado notГі que la columna se estaba moviendo.
No, no era la columna, eran las lГneas que la decoraban. Se estaban hinchando.
Se estaban convirtiendo en serpientes. AutГ©nticas serpientes. Eran serpientes vivas.
La habГan visto. Se estaban moviendo hacia ella. SintiГі un escalofrГo. TenГa miedo. Realmente mucho para su gusto. DebГa escapar de aquel infierno. Presa del pГЎnico se las apaГ±Гі para moverse por la casa, o al menos lo intentГі. ConsiguiГі salir de aquel edificio.
Indiferente a donde estaba yendo, debido a la prisa, se habГa golpeado contra los muebles de la casa y contra los marcos de las puertas. Sangraba por los brazos y las piernas.
TenГa que curarse de inmediato. De todas formas, podГa considerarse afortunada por haber conseguido escapar de las serpientes y de aquel maldito Santopietro.
Cuando llegГі a casa, se curГі e intentГі reposar. Por extraГ±o que parezca se las apaГ±Гі bastante bien, aunque estaba muy agitada.
Cuando se despertГі, se asombro por haber logrado dormir.
III
DespuГ©s de haber reposado bastante, Stefano bebiГі un cafГ© y volviГі a la comisarГa para ver cГіmo proseguГa la investigaciГіn sobre el atracador.
EntrГі y supo enseguida su nombre. Un colega le dijo tambiГ©n que, en su ausencia, se estaba ocupando de la investigaciГіn una tal Alice Dane de Scotland Yard.
Se puso inmediatamente en contacto con ella para posibles noticias.
SaltГі el contestador automГЎtico, asГ que le dejГі un mensaje para decirle que irГa al local de Mauro Romani en el nГєmero 68 de la vГa Rizzoli para discutir sobre la investigaciГіn en curso.
Por lo que saliГі enseguida para dirigirse a la cita: estaba ansioso por tener noticias sobre Daniele Santopietro. SubiГі al coche y encendiГі la radio. Se relajaba mientas la escuchaba. PasГі rГЎpidamente muchas emisoras. El cielo sobre Г©l era limpio y sereno. EscuchГі un ruido en la radio, era muy dГ©bil.
Poco despuГ©s el cielo se apaciguГі ligeramente.
El ruido aumentГі de intensidad. Se estaba convirtiendo en ensordecedor. El cielo se puso oscuro, negro.
El ruido era cada vez mГЎs fuerte, irresistible. Stefano no podГa soportarlo ya y decidiГі apagar el motor.
De repente el ruido se aplacГі. Stefano creyГі que estaba a salvo e intentГі abrir la portezuela para salir del coche, pero enseguida se dio cuenta de que estaba bloqueada y la radio se apagГі.
Desde los bordes comenzГі a salir humo que le hacГa que le ardiesen los ojos. Mientras tanto vio que las manijas internas de la puerta comenzaron a moverse, deslizГЎndose como serpientes.
Eran serpientes.
Stefano Zamagni estaba inmerso en una atmГіsfera de pesadilla, con el humo que le irritaba los ojos y las serpientes que se deslizaban a su alrededor.
Definitivamente, debГa hacer algo si querГa salir vivo de su propio coche y tambiГ©n rГЎpidamente.
Se acordГі, por casualidad, que tenГa papel de periГіdico justo detrГЎs del asiento.
PensГі en quemarlo para asegurarse de atontar a las serpientes con el humo producido y de esta forma escapar.
Afortunadamente para Г©l lo consiguiГі.
Mientras huГa vio cГіmo el humo del cielo se desvanecГa y dejaba una frase inquietante.
VOLVERÉ
Stefano sintiГі un escalofrГo sГіlo de pensarlo.
El humo desapareciГі en la nada y el coche explotГі con un enorme estruendo. Stefano pensГі de inmediato en el libro rojo que habГa encontrado en el sГіtano del local de Mauro. QuizГЎs las dos cosas estaban conectadas de alguna manera.
Para empezar, escapГі. Estaba nervioso y corrГa a lo loco debido al miedo. ParecГa como si tuviese detrГЎs de Г©l al demonio en persona. Pero no podГa ser el demonio, pensГі.
ВїO quizГЎs lo era realmente?
IntentГі apartar de la mente aquel pensamiento.
DebГa permanecer tranquilo, en caso contrario todo habrГa acabado para Г©l; pero le resultaba difГcil despuГ©s de lo que habГa visto.
– ¡Permanece tranquilo, tranquilo, tranquiloooo!
Estaba a punto de enloquecer.
DebГa contenerse.
Aguanta, sino todo habrГЎ acabado. Aguanta.
Casi habГa llegado al local de Mauro.
Faltaba poco, como mГЎximo medio kilГіmetro.
Casi lo habГa conseguido. Un poco mГЎs y llegГі. Sano y salvo, por suerte.
Ahora finalmente podГa estar tranquilo, sin que el demonio corriese detrГЎs de Г©l.
Al menos asГ lo creГa. DebГa creerlo: no podГa estresarse de aquella manera.
ВЎQuiГ©n sabe lo que pensarГЎ de mГ Alice en cuanto me vea tan andrajoso!
Stefano fue al mostrador de Mauro que le puso su especialidad: Bloody Mary con mucha pimienta. Por lo que decГan los clientes habituales debГa ser una delicia.
Stefano pensГі que valГa la pena probarlo asГ, a lo mejor, se calmarГa.
EsperГі unos minutos y despuГ©s llegГі Alice.
Se atemorizГі al verlo tan magullado y le preguntГі quГ© le habГa pasado que habГa sido tan malo.
Г‰l se lo contГі.
IV
Alice se quedГі alucinada y asustada por el relato de Stefano. Al mismo tiempo pensГі en aquello que le habГa sucedido en casa de Santopietro e intentГі conectar todo.
–Stefano –dijo Alice –he estado en casa de Santopietro esta tarde hacia las tres y lo he encontrado experimentando con una persona. Una cobaya humana. He disparado para terminar con eso pero, presa del pánico, he fallado el tiro.
– ¿Qué pasó? –dijo Stefano.
–He matado a la cobaya humana.
– ¿Quieres decir que has matado a un inocente y que ese jodido bastardo todavГa estГЎ en circulaciГіn mГЎs tranquilo que nunca?
–Exactamente eso. –respondió Alice.
Alice y Stefano salieron del local de Mauro e intentaron tranquilizarse los dos dando una vuelta en coche por Bologna. QuizГЎs podrГa funcionar.
Cuando se cansaron de caminar y de hablar se despidieron quedando para el dГa siguiente en la comisarГa. Se separaron y se fueron a casa a reposar.
DespuГ©s de llegar a su apartamento provisional de la capital de Emilia-Romagna, Ally, asГ la llamaba de manera amigable Stefano, se dio una ducha frГa y se tumbГі sobre la cama. DespuГ©s de diez minutos, se quedГі dormida.
Por extraГ±o que parezca, despuГ©s de todo lo que le habГa sucedido aquel dГa, consiguiГі dormir bien y cuando se despertГі se sintiГі feliz por ello, aunque hubiera conseguido dormir poco tiempo.
El despertar lo produjo, involuntariamente, el timbre del telГ©fono. No solГa recibir llamadas a horas tan tardГas. A lo mejor habГa sucedido algo grave. A lo mejor algo que tenГa que ver con el caso que estaba siguiendo Stefano.
Alarmada levantГі el auricular.
SintiГі un extraГ±o siseo y comenzГі a preocuparse.
–Nosotros nos conocemos. ¿No es verdad?
Ella no respondiГі y permaneciГі a la escucha.
– ¡Responde! ВїNo es cierto que nos conocemos? Responde que sГ.
TenГa miedo. ВїPodrГa ser Santopietro? No, Г©l no tenГa aquel timbre de voz. No podГa ser Г©l. Pero, entonces, ВїquiГ©n era?
Mientras tanto aquella voz seguГ haciГ©ndose sentir.
–No hagas como si nada porque también tú sabes que nos hemos conocido.
Alice, cada vez mГЎs atemorizada, colgГі.
Se tumbГі de nuevo e intentГі volver a dormirse. Pero no lo consiguiГі. DecidiГі levantarse e ir a beber algo fresco.
SegГєn entrГі en la cocina tuvo la extraГ±a impresiГіn de que algo habГa cambiado. Sin embargo, no sabrГa decir el quГ©. Finalmente observГі una extraГ±a frase en el suelo.
ВЎReunГЎmonos!
ВЎSeremos felices juntos!
No entendГa quГ© podrГa significar aquella extraГ±a frase. No conseguГa explicГЎrselo.
HablarГa sobre esto, sin duda, con Stefano Zamagni. Por ahora, pensГі, en volverГa a dormirse, suponiendo que lo consiguiese. Se acostГі y cerrГі los ojos.
¡Ocuparéis vosotros su puesto…! Me lo habéis matado… Ocuparéis vosotros su puesto… Pagaréis por aquello que habéis hecho… me las pagaréis…
Estaba intentando dormirse pero todos los intentos eran en vano. PermanecГa despierta.
En es momento sonГі otra vez el telГ©fono. Eran las cuatro de la madrugada. Alice se tensГі. Temblaba. No querГa responder.
ВїY si por casualidad fuese Stefano que telefoneaba quizГЎs porque le habГa ocurrido algo extraГ±o como le habГa sucedido a ella?
DecidiГі, llena de angustia, escuchar a quien fuese.
–Nos conoce…
Ally colgГі temblorosa.
Estuvo pensando en atrancar puertas y ventanas y esperar el nuevo dГa para encontrarse con su colega y desahogarse con Г©l.
Ocuparéis vosotros su puesto…
DebГa tranquilizarse.
Lo habéis matado… debéis pagar por lo que habéis hecho… Ocuparéis vosotros su puesto…
Alice estaba, como mГnimo, desesperada. No podГa quitarse de la mente aquellas palabras de Santopietro. DebГa conseguir no pensar en ello. Por lo menos hasta que fuese de dГa para poder reposar un par de horas o tres.
Mientras tanto volviГі a la cocina para ver si por casualidad entendГa algo de aquella frase en el suelo.
Estuvo dГЎndole vueltas un tiempo pero no sacГі nada en claro. La frase era absolutamente indescifrable, sin embargo debГa tener un significado.
Aunque fuese un mГnimo significado.
Entretanto dieron las siete de la maГ±ana.
Cansada de estar en casa sin hacer nada decidiГі salir a caminar.
Mientras estaba fuera se le ocurriГі comprar el periГіdico antes de ir al trabajo.
Se parГі justo en vГa Rizzoli, casi delante del local de comida rГЎpida del amigo de Stefano, asГ que pensГі en pararse a hablar.
Mauro estaba atareado preparando todo lo necesario para los clientes del mediodГa, dado que el resto ya estaba listo.
En cuanto vio a Alice fue hacia ella.
–Buenos dГas –le dijo Mauro – ВїHabГ©is sabido ya algo mГЎs sobre aquel atracador de ayer por la maГ±ana?
–Casi nada –respondió Alice –para ser exactos, sólo la dirección y los delitos cometido por él en el pasado.
– ¿Nada más? –preguntó el amigo de Zamagni.
–No –dijo Alice, decepcionada.
El seГ±or Romani querГa invitarla a beber algo pero ella lo rechazГі diciendo que no se sentГa demasiado bien.
Justo despuГ©s se despidieron y ella se fue directamente a la comisarГa. Estaba muy ansiosa por conocer alguna novedad sobre el caso, si es que habГa, y de hablar a solas con Stefano sobre lo que habГa sucedido esa noche.
Г‰l estaba sentado al escritorio y la estaba esperando.
–Hola, Alice. ¿Cómo estás? –preguntó Stefano Zamagni.
–No muy bien –respondió ella –No he pegado ojo esta noche. Estoy muy cansada.
– ¿Qué es lo que ha sido tan terrible que no has podido dormir?
–Justo era de esto que querГa hablarte, Stefano.
–Escúpelo todo, Ally. Cuéntame todo: siento curiosidad –dijo.
–Cuando nos hemos separado ayer por la tarde fui directamente a casa y me fui a la cama. DespuГ©s de unos minutos sonГі el telГ©fono. En un momento dado pensГ© que eras tГє el que llamaba porque necesitabas algo y no fue asГ. Ha respondido una voz extraГ±a y me ha comenzado a decir que nos conocГamos… que nos conocГamos… Stefano… ВЎque nos conocГamos!
–Bueno podrГa ser verdad –le dijo Stefano tranquilo.
–Yo nunca habГa escuchado aquella voz. ВЎYo no lo conozco! –replicГі Alice cada vez mГЎs nerviosa. –Y no acabГі aquГ. Cuando he entrado en la cocina he observado una extraГ±a frase que nunca habГa visto. Y te juro que ayer por la tarde no estaba.
–PodrГa haberla escrito un ladrГіn que se ha infiltrado en tu piso para dejarte un mensaje codificado.
–Pero toda la casa está ordenada.
– ¿Estás segura?
–Muy segura –respondió Alice.
–Ven, reflexionemos sobre ello bebiendo algo –dijo Zamagni.
–De acuerdo.
Se fueron juntos a los distribuidores automГЎticos puestos a lo largo del pasillo de la comisarГa, Г©l tomГі un cafГ© y preguntГі a Alice si ella querГa tambiГ©n otro.
RespondiГі que no y aГ±adiГі que estaba demasiado nerviosa para beberlo.
– ¿Qué te parece si esta tarde cuando desconectemos fuese a tu casa para dar una ojeada a lo que hay en el suelo de la cocina?
–Me pondrГa muy contenta –respondiГі Alice.
En tanto volvieron los dos a trabajar.
V
Stefano Zamagni no vivГa en Bologna; allГ solo tenГa un apartamento de una habitaciГіn que utilizaba cuando debГa quedarse en la ciudad por motivos de trabajo.
Su lugar de residencia era San Lazzaro di Savena, una pequeГ±a ciudad en las afueras. San Lazzaro era bastante tranquila, al menos asГ se lo parecГa a Stefano. Se extendГa durante casi tres kilГіmetros a lo largo de la vГa Emilia y tenГa aproximadamente unos treinta mil habitantes, В incluyendo las distintas aldeas.
Stefano vivГa en la avenida de la Repubblica.
San Lazzaro di Savena era la clГЎsica ciudad en que se sabГa todo de todos, o casi, sobre todo del reciГ©n llegado, que en este caso era justamente Г©l.
Todos sus conciudadanos estaban muy felices de haberlo conocido dado que era un excelente policГa, por lo que se decГa por ahГ. En especial la seГ±orita Emma Simoni, su vecina de edificio y de puerta.
Cuando se lo encontraban por la calle todos le agradecГan lo que hacГa por la ciudad. A veces, si desaparecГa durante un perГodo de tiempo por cuestiones de trabajo, a su vuelta la gente sentГa curiosidad por la razГіn de su ausencia. Y Г©l respondГa dentro de los lГmites de lo posible y de lo permitido.
Si sabГa que Stefano estaba en casa Emma lo invitaba enseguida a tomar una taza de tГ© o incluso a comer. Su especialidad eran las pizzette a base de beicon y tomate fresco. Naturalmente a Г©l le gustaban mucho.
Desde que Stefano se lo habГa dicho ella le daba siempre una docena en una pequeГ±a caja de plГЎstico azul. A veces Stefano llevaba unas pocas a la comisarГa de policГa de Bologna. TambiГ©n Alice, en cuanto se comiГі una de ellas, se enamorГі de aquellas exquisiteces.
Cuando tenГa problemas con su pistola de calibre 38, Stefano se pasaba por la armerГa de Antonio Pollini, en vГa Mezzini, que estaba en la otra parte de la avenida de la Repubblica. El seГ±or Polloni era un hombre no muy alto con el pelo corto y perilla.
Al poco tiempo de residir en San Lazzaro Zamagni se habГa hecho amigo tambiГ©n de Luigi Mazzetti, propietario de la ferreterГa de modestas dimensiones justo enfrente de su casa.
Se habГa dado cuenta que vivГa en una hermosa ciudad fuera del caos, decГa Г©, y estaba muy contento por ello.
No podГa vivir en una ciudad superpoblada como Bologna, asГ que se habГa puesto a buscar algo mГЎs tranquilo y finalmente lo habГa encontrado.
Alice y Stefano llegaron a casa de ella.
–Vamos a la cocina –dijo Alice.
Se dirigieron ambos hacia la frase que Alice le habГa recordado a Stefano en la comisarГa.
De manera asombrosa….habГa desaparecido.
Ya no estaba. Se habГa desvanecido en la nada.
Alice no sabГa explicГЎrselo. Estaba perpleja y si no la hubiese visto con sus propios ojos no se lo habrГa creГdo.
–Te prometo que estaba –dijo Alice.
– ¿Estás segura de no haberte equivocado? Quizás has dormido poco esta noche y estás cansada.
–Estoy segura al doscientos por cien –respondió Ally.
–En mi opiniГіn harГas bien en tomarte unos dГas de descanso –le dijo Stefano.
–Te he dicho que estoy segura, es mГЎs, segurГsima. Te prometo que esta maГ±ana estaba. Era justo aquГ donde estamos nosotros dos –repitiГі convencida la muchacha.
–De acuerdo, imaginemos que tienes razón. ¿Pero cómo explicas el hecho de que ya no esté? –preguntó Stefano con curiosidad.
–No sabrГa quГ© responder. La desapariciГіn de la frase tambiГ©n me asombra, asГ que no sГ© quГ© decirte –respondiГі Alice.
–Yo ahora me marcho, descansa un poco.
Alice asintiГі.
Stefano saliГі y ella fue a tumbarse en el sofГЎ del salГіn. Pasados veinte minutos desde que se habГa quedado sola…sonГі el telГ©fono.
– ¿Di…? –Alice no terminó la palabra y colgó.
TenГa miedo de que fuese de nuevo aquella voz. Que fuese de nuevo la Voz.
ВїY si no hubiese sido la Voz sino alguien que la necesitaba?
No sabГa responder.
Se tumbГі de nuevo en el sofГЎ y poco despuГ©s sonГі de nuevo el telГ©fono.
ВїQuГ© deberГa hacer? ВїResponder? ВїEsperar a que dejase de sonar? Era un bonito dilema
DespuГ©s de unos segundos de dudas decidiГі responder.
– ¿Diga?
–EncontrГ©monos…decГdete. No tengas miedo. No debes tener miedo.
– ¿Quién eres? –preguntó ella.
–Nos conocemos bien, yo dirГa mГЎs…muy bien…
– ¿Quién eres? ¿Cómo te llamas?
–Eso no importa.
Alice colgГі el telГ©fono de nuevo.
Nos conocemos muy bien. EncontrГ©monos. A la mierda. Sea quiГ©n sea es un capullo tocapelotas. ВїQuiГ©n es? ВїQuГ© carajo quiere de mГ? A la mierda. No puede seguir tocГЎndome las narices de esta forma. Si me entero de quiГ©n es y lo encuentro, le parto el culo. Vete a la mierda, imbГ©cil. AsГ te murieses en este momento, maldito cabrГіn. Si no me dejas dormir esta noche juro que te busco y no paro hasta tenerte frente a frente, y luego te descargo en medio de los huevos un cargador entero, y si no llega, le disparo uno detrГЎs del otro. Vete a la mierda.
Era casi de noche. Quiso comer un poco, asГ que se fue a la cocina. AbriГі el frigorГfico y sacГі un poco de aquellas exquisitas pizzette de Emma Simoni que le habГa llevado Stefano de San Lazzaro esa maГ±ana. QuizГЎs eso le hubiera subido la moral durante un momento si no hubiese visto…aquella frase. Aquella jodida frase.
Era idГ©ntica a la del dГa anterior.
ВЎNos veremos!
ВЎSeremos felices juntos!
Estaba todo en el mismo orden que el dГa anterior, una frase idГ©ntica en todo, sin ninguna diferencia.
– ¡Stefano! –gritó Alice tan fuerte que casi se queda sin voz.
LlegГі hasta el telГ©fono y llamГі a la comisarГa esperando encontrar allГ al compaГ±ero.
Por desgracia, para ella, la telefonista del departamento de homicidios dijo que Г©l ya se habГa ido a casa y que regresarГa al dГa siguiente.
Alice comenzГі a despotricar contra su mala suerte y pensГі que quizГЎs lo encontrarГa en el apartamento de Bologna. LlamГі a ese nГєmero pero Г©l no estaba; entonces deberГa estar en San Lazzaro. DebГa encontrarlo a toda costa. Lo necesitaba con urgencia para contarle lo que habГa sucedido. Pero, ВїcГіmo encontrarlo?
SГіlo sabГa que vivГa en San Lazzaro di Savena pero no conocГa ni la direcciГіn ni el nГєmero de telГ©fono ni nada mГЎs que pudiese ayudar a encontrarlo.
Sin embargo debГa descubrir la manera de hacerlo. Cualquier maldito modo, con tal de hallarlo.
Seguramente no conseguirГa dormirse pero lo intentГі. HabГa pasado ya mГЎs de media hora y ella no se habГa dormido, entonces decidiГі levantarse.
DebГa encontrar a Stefano Zamagni y, a su tiempo, juntos localizarГan a Santopietro.
Desvelada subiГі al coche y partiГі para San Lazzaro di Savena.
La carretera estaba oscura pero, de todas formas, concurrida, quiГ©n sabe porquГ©. QuizГЎs habГa alguna fiesta en Bologna. QuiГ©n sabe. Pero…
No se rompiГі mГЎs la cabeza y se concentrГі en conducir, esquivando a los imprudentes que viajaban a una hora tan tardГa.
– ¡Imbécil, mira por dónde vas! –gritó.
Y luego frases como: no te eches encima, gilipollas, quГ©date en tu sitio, o, imbГ©cil deja de conducir y vuelve a casa. Esta la forma en que se producen los accidentes.
Estaba encolerizada con todos y con todo, siempre debido a aquel tipo que le llamaba casi de noche, nunca de dГa.
– ¡Me cago en la puta, mantente en tu sitio! –continuaba gritando.
Casi habГa llegado a San Lazzaro. Faltaban sГіlo tres kilГіmetros, por suerte.
PasГі el cartel con la frase SAN LAZZARO DI SAVENA a las once de la noche.
Estaba exhausta por el viaje aunque habГa sido muy breve.
No sabГa exactamente en quГ© calle vivГa Stefano Zamagni, asГ que pensГі en preguntar a alguien que lo conociese. Fue al bar de la vГa Carlo Jussi en el cruce con la vГa Reggio Emilia que a esa hora era el Гєnico todavГa abierto.
DetrГЎs de la barra habГa colgadas algunas frases como: Come acГЎ el mejor aperitivo que hay, Bebe con nosotros aunque comas con otros, Una bebida excepcional tus problemas despejarГЎ.
Alice intentГі encontrar al propietario para saber si conocГa a la persona que estaba buscando. Vio a un hombre barbudo a la izquierda y decidiГі que quizГЎs era la persona que la podrГa ayudar para encontrar a Stefano Zamagni.
– ¿SabrГa tambiГ©n decirme dГіnde vive? –dijo ella.
– ¿Por qué motivo quiere saberlo?
–Porque necesito desesperadamente verlo.
El hombre no dijo nada.
–Entonces, si puede decirme dónde encontrarlo.
–En San Lazzaro…claro.
–En quГ© calle, querГa decir.
– ¡Ah…! –el hombre dudó –En Avenida de la Repubblica –dijo.
–Gracias por la información –dijo.
Y aГ±adiГі para sГ misma: Gracias, graciosillo de mierda.
–En San Lazzaro…naturalmente. ¡Que te den!.
Alice saliГі.
Se puso a buscar la calle que le habГa dicho aquel hombre. DespuГ©s de cinco minutos, vio a la izquierda el cartel: calle Carlo Jussi. Justo la que buscaba. En el primer edificio vio el apellido de Stefano en un cartelito cerca de los timbres del portero automГЎtico.
PensГі en llamar aunque era consciente de lo tarde que era.
Le respondiГі una voz ronca y soГ±olienta.
–Stefano, soy Alice.
En ese momento Stefano se quedГі asombrado, luego lo entendiГі.
– ¿Qué necesitas? –dijo.
–Necesito hablarte urgentemente.
–Justo ahora. Es tarde. Son… es medianoche. ¿Qué haces a estas horas por San Lazzaro?
–Debo hablarte. Déjame subir, por favor –dijo
Stefano la dejГі entrar.
VI
El vestГbulo del edificio era bastante amplio, con las paredes reciГ©n pintadas y una lГЎmpara halГіgena en el techo. Las escaleras eran de mГЎrmol gris con un pasamanos de madera clara, quizГЎs de bastante calidad para un chalet.
Alice concluyГі que Stefano vivГa de manera lujosa.
SubiГі al segundo piso y vio a la derecha una puerta abierta y a un hombre en el umbral. ComprendiГі que aquel debГa ser su compaГ±ero de trabajo y se dirigiГі hacia Г©l.
Stefano la condujo hasta el salГіn y la hizo sentarse en una butaca con apoyabrazos taraceados. Alice echГі un ojo a todo el piso.
– ¿Cuánto te cuestan todos estos lujos? –le preguntó.
– ¡Oh…no demasiado! lo tengo alquilado por cien euros al mes –respondió él.
– ¿Cien…? –dijo Alice.
–Euros al mes. Sé que se trata de una cifra irrisoria, también yo me quedé de piedra cuando el propietario me lo dijo. Bueno, vamos al grano, dime el motivo por el cual me has despertado a estas horas de la noche.
–Bueno…me ha telefoneado otra vez esa persona, es decir…esa Voz. Y no es todo. Ha vuelto a aparecer aquella frase en el suelo de la cocina –dijo ella.
– ¿Otra vez? ¡Entonces no estabas loca cuando he ido a tu casa!
–TГє no lo creГas.
–Me debГa convencer. ВїQuieres un cafГ©?
–No gracias. No quiero ponerme más nerviosa de lo que ya estoy.
–Como quieras –dijo él.
–QuerГa preguntarte una cosa, si no te molesta.
–Escupe.
– ¿PodrГa quedarme aquГ por un tiempo, por lo menos hasta que no encontremos a ese tГo? ВЎTengo miedo! ВЎMe muero de miedo! No obstante te juro que si lo encuentro le hago pasar las ganas de romper los cojones a la gente. ВЎMaldito hijo de puta!
–De acuerdo. Pero ahora cálmate y verás cómo lo encontraremos –le dijo acompañándola al dormitorio. Tú podrás dormir aquà –dijo.
Ella apoyГі la cabeza en la almohada y se quedГі dormida inmediatamente en un sueГ±o reparador que durГі hasta las ocho de la maГ±ana siguiente sin ni siquiera ninguna interrupciГіn.
Hasta las ocho no escuchГі la Voz y fue muy feliz.
Alice se levantГі preguntГЎndose como irГa la investigaciГіn en Bologna. Le gustarГa haber tenido noticias…y buenas, por lo menos por una vez. Cuando Stefano se despertГі, desayunaron juntos.
Alice habГa preparado un poco de cafГ© y algunas galletas integrales que, despuГ©s de probarlas, las habГa encontrado exquisitas. La mesa estaba preparada.
–Muy buenas estas galletas –dijo Alice – ¿Dónde las has comprado?
–Bueno…en el supermercado al final de la calle. Justo la semana pasada he conocido al propietario. Se llama Lucio…ah, Tabellini. Ha sido Г©l quien me ha aconsejado estas galletas. Ha dicho que las han puesto a la venta hacГa poco y se venden volando. Ha tenido que hacer otro encargo inmediatamente porque las habГa terminado casi enseguida –explicГі Stefano.
– ¿Cómo se llaman? Uncle Fred’s Scones…quién sabe si no se encuentran también en Bologna –dijo Alice.
Se comiГі una docena, de lo buenas que estaban.
Cuando acabaron el desayuno pensaron en lo que iban a hacer.
Stefano Zamagni dijo a Alice que ella ahora estaba demasiado nerviosa a causa de aquellas malditas llamadas telefГіnicas nocturnas y que serГa mejor que se quedasen juntos en San Lazzaro di Savena, ella para estar alejada de aquella Voz amenazadora, Г©l para protegerla. TelefonearГan a la comisarГa para decir que estarГan ausentes durante unos dГas y que proseguirГan la investigaciГіn desde donde se encontraban y yendo a Bologna sГіlo en el caso de que fuese necesario.
El capitГЎn estuvo de acuerdo.
Ahora, Stefano Zamagni quiso enseГ±ar San Lazzaro a Alice para que conociese mejor el lugar y sus habitantes. ComenzГі con Emma Simoni, su vecina de edificio. En cuanto llamaron fue a abrir.
VestГa unos pantalones vaqueros y una camiseta multicolor. DecГa que se sentГa joven a pesar de la edad. Les quiso invitar a unas pizzette de las que solГa hacer. Alice ya las conocГa ya que Stefano Zamagni le habГa llevado alguna a comisarГa, y las tomГі con muchГsimo gusto.
Emma era feliz de tener huГ©spedes inesperados porque se estaba muriendo de aburrimiento.
Stefano le presentГі a Alice y le dijo porque estaba allГ con Г©l, dado que la agente de Scotland Yard vivГa en un piso en Bologna.
–Comprendo –dijo la mujer volviéndose hacia Alice.
–Es un mal momento para mà –dijo la colega de Stefano Zamagni –Espero que pase pronto.
El policГa decidiГі despedirse de Emma para poder seguir el recorrido de reconocimiento de San Lazzaro di Savena junto con Alice, que, mientras tanto, habГa comenzado a ambientarse.
Stefano Zamagni acompaГ±Гі a Alice Dane a donde estaba el seГ±or Mazzetti, en la ferreterГa de la otra parte de la calle.
La puerta de la entrada tenГa cristales con una tonalidad ahumada montados en madera con un estilo antiguo que llamГі particularmente la atenciГіn de Alice.
Cuando los dos entraron, el dueГ±o estaba atareado arreglando un pequeГ±o objeto de forma alargada.
–Buenos dГas, Luigi –lo saludГі Stefano Zamagni – ВїCГіmo estГЎs?
–Bien, gracias. No hay muchos clientes a esta hora, de todas formas ya estoy habituado –respondió el hombre. – ¡Oh! ¿Y quién esta bella chavala que va contigo, Stefano? –continuó, esperando una respuesta.
–Es verdad, Luigi, te presento a Alice. Es una nueva compañera de trabajo que ha venido a San Lazzaro di Savena –dijo Stefano viendo una sonrisa en los labios de Mazzetti.
–Encantada de conocerle –dijo Alice.
–El placer es mГo –respondiГі Luigi mientras terminaba de arreglar aquel extraГ±o objeto que todavГa tenГa entre las manos.
Dado que se habГa hecho tarde se quedaron muy poco tiempo en el negocio, a continuaciГіn salieron y se fueron al supermercado, donde hicieron una breve parada para saludar al propietario Lucio Tabellini y a la cajera Jessica Mareschi. Antes de salir Alice felicitГі al dueГ±o del negocio por la excelente elecciГіn de esas galletas que habГa comido en casa de su colega esa misma maГ±ana.
Tabellini se lo agradeciГі de corazГіn y le asegurГі que continuarГa pidiendo el producto.
Mientras se estaba dirigiendo hacia la vГa San Lazzaro Stefano se volviГі hacia Alice.
–Ahora te presentaré al alcalde de San Lazzaro. Se llama Giovanni Bulleri.
La vГa Emilia Levante podГa ser considerada la calle mГЎs importante de San Lazzaro di Savena y en ella se encontraba el Ayuntamiento.
El edificio destinado al consistorio tenГa tres pisos con grandes ventanales que estaban protegidos por rejas grisГЎceas que hacГan parecer el ayuntamiento como una prisiГіn, si no hubiese sido por el hecho de que tenГa ventanales en vez de las clГЎsicas ventanitas de diez por quince centГmetros, como mГЎximo, que tienen las prisiones del Estado.
Alice y Stefano entraron en el edificio y los pasamanos de madera taraceada atrajeron de inmediato la atenciГіn de ella. Subieron las escaleras y llegaron hasta un panel en el primer piso, justo en el centro de la pared de la izquierda. AllГ estaba representado el esquema de cada una de las oficinas presentes en el edificio. En el centro del panel estaba escrito en letras mayГєsculas OFCINAS y justo debajo PRIMER PISO, INT. 1 В REGISTRO CIVIL, INT. 2 OFICINA DE OBJETOS PERDIDOS, SEGUNDO PISO, INT. 3 LIMPIEZA URBANA, TERCER PISO, INT. 4 ALCALDE Y SECRETARГЌA, INT. 5 В OFICINA DE SEГ‘ALIZACIГ“N DE CARRETERAS
Los dos policГas subieron al tercer piso y, una vez llegados, vieron la puerta de la izquierda con el letrero ALCALDE y llamaron a ella.
Les abriГі una muchacha con una camiseta roja y puГ±os color dorado y un par de pantalones color beige.
–Buenos dГas. ВїQuГ© desean?
–QuerrГamos conocer al alcalde.
– ¿Tenéis una cita?
–No –respondió Zamagni –pero tenemos esto.
–Sentaos, por favor –dijo la secretaria al ver el distintivo de la policГa –lo llamo enseguida.
Los dos se sentaron en butacas de piel suave y esperaron a que llegase.
DespuГ©s de unos minutos se presentГі ante ellos un hombre de unos cincuenta aГ±os.
– ¿QuerГan verme? –preguntГі el hombre.
–SГ. Somos…
–SГ, lo sГ© –lo interrumpiГі Bulleri.
–Perfecto. QuerГa presentarle a mi amiga Alice Dane.
– ¡Claro! Entrad.
La oficina del alcalde era bastante amplia con cuadros en todas las paredes que daban un toque de elegancia al lugar.
Bulleri les ofreciГі un cigarro puro.
–Son de calidad. Vienen de La Habana.
Stefano Zamagni lo aceptГі, aunque no habГa fumado ninguno antes, Alice le agradeciГі la invitaciГіn y se excusГі diciendo que no soportaba el humo. En realidad lo odiaba.
Cuando Stefano acabГі de saborear el buen cigarro cubano, sin encenderlo, los dos se despidieron del Primer Ciudadano y salieron de la oficina y del ayuntamiento.
Mientras tanto ya habГa atardecido. HabГan transcurrido el dГa entero entre las calles y los lugares de San Lazzaro di Savena
VII
Alice Dane y Stefano Zamagni volvieron a entrar en el piso de San Lazzaro di Savena y pensaron en llamar a la comisarГa de policГa de Bologna para saber si habГan descubierto alguna informaciГіn interesante para ellos que podrГa servir para inculpar de una vez por todas a aquella persona con aquel bonito nombre de Daniele Santopietro. QuiГ©n sabe…
–No hemos tenido más noticias al respecto, lo siento –respondió la telefonista.
Zamagni se lo agradeciГі con un poco de amargura y disgusto que le rozaba la garganta.
En cuanto colgГі el auricular el inspector esperГі a que la compaГ±era saliese del baГ±o para darse una veloz y relajante ducha.
DespuГ©s se sintiГі realmente mejor.
Comieron algo rГЎpido de preparar y juntos pensaron en la manera de conseguir encontrar a su sospechoso, pero no sabГan por dГіnde comenzar. Si era verdad, como habГa dicho la telefonista, que no habГan tenido mГЎs noticias, quizГЎs era verdad tambiГ©n que Santopietro no se encontraba ya en el piso de enormes dimensiones en vГa Saffi que habГa registrado Alice Dane algunos dГas atrГЎs. Pero entonces, ВїdГіnde podrГa estar? No sabГan cГіmo responder a esta pregunta. La mente de ambos estaba a oscuras con respecto a esto y por el momento no tenГan ni la mГЎs remota idea de cГіmo podrГan esclarecerlo.
ВїDГіnde encontrarГan la respuesta? ВїUna de las muchas respuestas? Pero… ВїDГіnde habrГa acabado Daniele Santopietro? ВїQuizГЎs alguien lo habГa matado por motivos personales de venganza por lo que habГa hecho a algГєn familiar? ВїY a quiГ©n pertenecГa aquella voz (la Voz) que todas las noches despuГ©s de que Alice hubiera visitado al querido (Вїdifunto?) Santopietro por el atraco la molestaba con una frase para nada simpГЎtica Nos conocemos?
QuiГ©n sepa responder que de un paso adelante pensГі Stefano. TenГa la mente que le echaba humo y lo mismo le sucedГa a su compaГ±era. Finalmente Alice y Stefano decidieron olvidar el tema por ese dГa e irse a dormir, esperando conseguirlo.
Mientras tanto en Bologna la investigaciГіn sobre el caso continuaba. A ciegas, pero continuaba.
El capitГЎn del departamento de homicidios, Giorgio Luzzi, habГa encargado al agente Finocchi ir a vГa Saffi para descubrir si alguien habГa visto alejarse a Santopietro, quizГЎs con una cierta prisa. Marco, este era su nombre de pila, saliГі de la comisarГa, subiГі al coche de policГa y se puso en marcha hacia vГa Saffi. El coche tenГa las luces intermitentes y la sirena apagada.
Marco Finocchi estaba en su primera misiГіn de importancia: habГa llegado a Bologna hacia unos dos aГ±os pero formaba parte del cuerpo de policГa de esta ciudad sГіlo desde hacГa cinco meses. Antes habГa trabajado en Milano.
Se habГa mudado a Bologna porque Milano era demasiado caГіtica y confusa para sus gustos tranquilos y habГa encontrado un piso no muy lejos de la comisarГa y a un costo no demasiado alto: unos ciento cincuenta euros al mes. Cerca de casa habГa conocido, poco despuГ©s de haber llegado a la ciudad, a Elisabetta Moro, se habГa enamorado de ella inmediatamente y ella le habГa correspondido. Aquel dГa habГa sido uno de los mГЎs bellos de su vida y enseguida habГan decidido prometerse y, con el paso del tiempo, quizГЎs se casasen.
AsГ que decidieron ir a vivir juntos, ya que ella era una visitante en Bologna. Ella llamГі a la madre que consintiГі sin dudarlo. HacГa aГ±os que deseaba que Elisabetta encontrase su alma gemela.
Marco Finocchi llegГі a vГa Saffi y apagГі el motor del coche y las luces azules.
Con la pistola en la cartuchera del uniforme se encaminГі por la calle. El capitГЎn Luzzi le habГa dado un sobre de pequeГ±as dimensiones que contenГa la foto de Daniele Santopietro. El agente la sacГі del sobre de plГЎstico rojo. Como era habitual se catalogaba a los sospechosos en cada secciГіn de la policГa, debajo de la cara de matГіn de Santopietro habГa una franja negra con la frase COMISARГЌA DE POLICГЌA y debajo un nГєmero de catalogaciГіn 3347820A.
Finn, este era el nombre abreviado que le habГan dado al agente desde hacГa dos meses, comenzГі a mostrar la fotografГa a todos los peatones que encontraba en la calle, parГЎndose incluso en las tiendas, pensando que una persona que estaba normalmente en aquella calle, como podГa ser un comerciante, hubiese podido tener la posibilidad de verlo pasar o incluso de verlo entrar en su propio negocio.
Todas las personas a las que habГa preguntado le habГan respondido moviendo la cabeza, haciГ©ndole entender automГЎticamente que no lo habГan visto ni siquiera por el rabillo del ojo.
Marco Finocchi habГa perdido toda esperanza de encontrar algo interesante en aquella calle cuando, finalmente, hallГі a un hombre que consiguiГі decirle algo.
–Buenos dГas –dijo Marco – ВїHa visto por casualidad dГas atrГЎs a esta persona? –preguntГі mostrando por enГ©sima vez la foto de Santopietro.
–Mmmm…veamos…oh, sГ. Cierto, lo vi el otro dГa. SubiГі a un auto extraГ±o y partiГі a gran velocidad, desde aquel edificio –respondiГі el hombre.
El agente reconociГі en el edificio aquel que le habГa descrito el capitГЎn Luzzi, aquel en el que habГa entrado Alice Dane el dГa en el que vio a Santopietro la primera y Гєltima vez en su vida.
Una pizca de alegrГa apareciГі en la cara delgada de Marco Finocchi: habГa cumplido la misiГіn y ahora podrГa volver orgulloso a la comisarГa a contar la noticia, quizГЎs un poco mГsera, al capitГЎn. SubiГі al coche, puso la primera marcha y partiГі.
Marco llegГі a la comisarГa, aparcГі el coche en uno de los puestos disponibles para la policГa, apagГі el motor y entrГі en el departamento de homicidios.
En cuanto cruzГі la puerta de entrada la telefonista de turno Francesca Baffetti, lo saludГі con un gesto de la mano derecha que llamГі su atenciГіn. Marco Finocchi le devolviГі el saludo y se dirigiГі hacia la puerta de la oficina del capitГЎn.
–Buenos dГas, capitГЎn –saludГі el agente.
–Buenos dГas, Finocchi –respondiГі Giorgio Luzzi, luego continuГі –No es nuestro terreno pero, Вїhas encontrado algo que nos pueda valer para resolver este maldito caso de atraco?
–SГ. Un hombre lo ha visto irse a buena velocidad por la calle.
–Bien, deberemos decГrselo a la SecciГіn de Robos.
–Ahora debo ir de patrulla –dijo el agente, a continuación se despidió del capitán y salió para volver al trabajo.
VIII
Alice Dane y Stefano Zamagni estaban absortos en la paz que reinaba en San Lazzaro di Savena, casi irreal con respecto a la capital Emiliana.
–TodavГa debo conocer al comandante de los carabinieri –dijo Stefano Zamagni – ВїQuerrГas ir a verlo conmigo?
– ¿Por qué no? –respondió Alice Dane con un aire de curiosidad.
–Entonces, podemos ir ahora, ¿te parece?
–Sà –respondió ella.
AsГ que salieron del piso del policГa y caminaron por vГa Roma, poco despuГ©s entraron en vГa Jussi. A la derecha vieron el edificio de comandancia de los carabinieri. Tocaron al timbre y la puerta se abriГі.
A ambos les pareciГі que entraban por primera vez en una prisiГіn en la que no debГan trabajar.
DetrГЎs del Гєnico escritorio presente en la oficina estaba sentado un hombre en cuyo uniforme habГa algunas insignias. Dedujeron inmediatamente que aquel hombre debГa de ser el comandante.
–Buenos dГas, comandante –dijo Zamagni.
–Buenos dГas. ВїPuedo serviros en algo? –preguntГі el comandante.
–No. Hemos venido sГіlo para una visita de…cortesГa, mГЎs o menos –respondido el policГa.
–Entiendo.
–Soy Stefano Zamagni, vivo en San Lazzaro di Savena desde hace poco y querГa conocerle. Ella es mi amiga Alice Dane.
–Franco Bulleri. Un placer conocerles.
– ¿Ha dicho…Bulleri? –preguntó con curiosidad Alice Dane.
–SГ, Вїpor quГ©? –dijo el comandante.
– ¡Oh! Porque también el alcalde se llama Bulleri.
–Entiendo. Es mi hermano –explicó el hombre.
Mientras tanto sacГі fuera del cajГіn del escritorio una cajita, la abriГі y cogiГі un fino cigarrillo de color oscuro.
– ¿Quieren uno? –preguntó.
–No, gracias –respondieron casi al unГsono los dos policГas.
El comandante mantuvo en la mano el objeto oscuro aproximadamente un minuto haciГ©ndolo dar vueltas entre el Гndice, el medio y el anular de la mano izquierda, despuГ©s de lo cual cogiГі una cerilla, la encendiГі y aplicГі un poco de fuego al extremo del extraГ±o cigarrillo. Dio una chupada y soplГі el humo hacia la cara de Alice que mostrГі una mueca de desaprobaciГіn.
Franco Burelli cerrГі la caja y la volviГі a poner en el cajГіn del escritorio. Mientras el comandante disfrutaba de aquella especie de cigarrillo, un vicio de familia, pensГі Alice, Stefano Zamagni le hizo una pregunta:
– ¿Cuál es la tasa de criminalidad en esta ciudad? Sabe, he llegado aquà hace poco y es un tema que me interesa mucho.
–Muy bajo –respondió con sequedad el comandante.
–Nos alegra saber esto –dijo Alice, feliz.
–Por el momento sólo algún robo –precisó Franco Bulleri.
–Gracias por la información –respondió Zamagni.
–De nada, figuraos. Tener informados a los ciudadanos sobre lo que sucede todos los dГas en la ciudad en la que viven es un componente esencial del trabajo de un comandante de carabinieri –respondiГі Franco Burelli.
–Debemos irnos. Hasta pronto.
–Hasta pronto –respondió el comandante.
Alice Dane y Stefano Zamagni salieron de la oficina del comandante y se fueron de nuevo a vГa Jussi, luego cogieron a la derecha por la avenida de la Repubblica para volver a casa.
Para Marco Finocchi acababa de terminar el turno de trabajo, debГa ir sГіlo un momento a la oficina del capitГЎn que lo habГa hecho llamar, segГєn le habГa dicho un compaГ±ero. Por lo que le habГan dicho debГa tratarse de una buena noticia.
Se sacГі el uniforme y fue a ver a Luzzi que lo estaba esperando sentado detrГЎs del escritorio.
–Hola, capitán –comenzó, ansioso, Marco Finocchi.
–Hola, Finocchi –le contestó el capitán.
– ¿Necesitaba hablarme? –preguntó él.
–SГ. Bien… he pensado en asignarte un coche patrulla por el servicio que has desempeГ±ado yendo a buscar informaciГіn sobre ese atracador –explicГі Giorgio Luzzi.
Una pequeГ±a muestra di euforia se estampГі sobre la cara del agente: sГіlo cinco meses y ya tengo mi coche, pensГі para sГ mismo.
–No sé cómo agradecérselo, capitán –dijo él.
–No te preocupes. ¡Ah, casi me olvidaba! Es el coche patrulla número 22 –concluyó el capitán. –Puedes utilizarlo desde mañana.
–Gracias –dijo Marco Finocchi.
SaliГі de la oficina y luego por la puerta que daba al exterior de la comisarГa para volver a casa.
No cabГa en sГ de gozo por aquello que le habГa sucedido allГ dentro. DebГa celebrarlo y Г©l ya sabГa incluso cГіmo hacerlo.
El agente llegГі delante de la puerta de su casa, extrajo la llave del bolsillo izquierdo de la chaqueta, la metiГі en la cerradura y entrГі.
Sentada en el sofГЎ estaba Elisabetta. Llevaba puesto un vestido ligero debido al calor que hacГa en el interior del piso y estaba leyendo una revista de cotilleos.
El novio la saludГі.
–Hola –dijo ella – ¿Cómo te ha ido hoy? –le preguntó.
–Genial.
Elisabetta se alegrГі por Г©l.
–Hace unos minutos que el capitГЎn me ha asignado un coche patrulla personal –le explicГі, todavГa eufГіrico.
–Tenemos que celebrarlo –dijo ella sacándole las palabras de la boca.
–También lo estaba pensando.
Marco Finocchi cogiГі una botella de champaГ±a francГ©s del bueno, la abriГі y sirviГі un poco en dos vasos que habГa preparado Elisabetta.
–Chin, chin –dijeron al mismo tiempo y vaciaron los vasos en pocos sorbos.
–Ahora podemos… –comenzó a decir él.
–Si quieres… –dijo ella.
Se entendieron enseguida. Fueron juntos al dormitorio y comenzaron a besarse. Como dice el dicho… Una cosa llevó a la otra…
De los sencillos besos pasaron a las efusiones más decididas, luego…él le desabotonó el vestido y ella acercó una mano a la pernera del pantalón y se los sacó.
Г‰l le tocГі los pechos suaves mientras ella se sacaba la ropa interior blanca que llevaba.
Continuaron con aquello durante mucho tiempo hasta que se cansaron, despuГ©s de lo cual se tumbaron en la cama casi exhaustos. Esa noche seguramente dormirГan como lirones. O al menos eso creyeron.
Eran sobre las tres de la madrugada en casa de Finocchi cuando sonГі el telГ©fono.
ВїQuiГ©n serГЎ a una hora tan intempestiva de la noche?, dijo para sГ Marco.
– ¿Diga? –respondió Elisabetta.
–Hola, ¿está Marco? –respondió una voz siseante.
–SГ, pero… ВїquiГ©n es? ВїquГ© quiere? –preguntГі ella un poco atemorizada por el tono de voz que oГa desde la otra parte de la lГnea.
–Bien, vale… soy un viejo amigo. SГіlo hay un problema: ha venido a buscar a quien no debГa.
–No sé… pero, ¿qué quiere decir con eso? –preguntó Elisabetta cada vez más atemorizada.
– ¿Con quién estás hablando, Betta? –intervino Marco Finocchi.
–No lo sé… –dijo.
En ese momento la persona que estaba al otro lado de la lГnea, colgГі.
Ella colgГі a su vez y se tumbГі pensativa sobre la cama.
– ¿Quién era y qué te ha dicho? –preguntó el novio.
–Ha dicho que era un amigo tuyo y que sГіlo habГa un problema, es decir que ayer has ido personalmente a buscar a alguien que no debГas –le respondiГі Elisabetta.
–Ahora intentemos dormir –dijo él para tranquilizarla.
Se tumbaron de nuevo e intentaron dormir pero sin conseguirlo.
DespuГ©s de tres cuartos de hora Elisabetta se acordГі que tenГa un frasco de pГldoras para conciliar el sueГ±o, asГ que se levantГі y se dirigiГі a la cocina para coger un par de ellas: una para ella, la otra se la darГa a su novio.
En cuanto entrГі en la cocina algo llamГі su atenciГіn.
Era una extraГ±a serie de seГ±ales en el suelo. En ese momento no comprendiГі comprender quГ© podГan ser, luego, al acercarse, entendiГі que se trataba de una frase.
El significado era, sin embargo, sibilino. Estaba escrito:
ВЎNos encontraremos de nuevo nosotros dos!
QuiГ©n sabe cuГЎl es el significado de esto, pensГі para sus adentros Elisabetta, luego llamГі a Marco.
Г‰l se levantГі con un salto de la cama y fue a la cocina.
– ¿Qué pasa, Betta? –preguntó.
Y ella le seГ±alГі inmediatamente esa frase que habГa encontrado en el suelo.
–Estoy convencida de que esta porquerГa ayer no estaba –dijo ella.
– ¿Estás segura? –preguntó Marco.
–SegurГsima, sin duda –respondiГі ella.
– ¿Quién puede haberlo escrito? –dijo Marco.
–No sabrГa decirte pero ayer no habГa nada de esto en casa –respondiГі.
–De acuerdo. Probablemente tengas razón pero debe haber una explicación a todo esto.
–Tienes razón –asintió Betta.
Intentaron tranquilizarse, entretanto comenzГі a amanecer y entrevieron los primeros rayos de sol.
Aquel dГa Marco tendrГa el turno de la tarde y Elisabetta no tenГa nada importante que hacer por la maГ±ana, asГ que decidieron volver a la cama e intentar dormir.
Esta vez no se despertaron antes del mediodГa.
IX
La temperatura en aquel momento en San Lazzaro di Savena era de cinco grados por encima de la media. Alice Dane y Stefano Zamagni se habГa despertado y habГan vuelto a contactar con la comisarГa de policГa de Bologna; Luigi Mazzetti habГa abierto la ferreterГa delante del edificio donde habitaba Stefano; Antonio Pollini habГa levantado la reja de la armerГa en vГa Mezzini, de la que era el propietario. Era un dГa como tantos otros.
Lucio Tabellini habГa acabado de abrir las puertas de su supermercado al pГєblico y al personal de servicio y parecГa realmente un dГa tranquilo.
El seГ±or Tabellini habГa entrado en su oficina y se habГa sentado en la cГіmoda silla de oficina del escritorio.
Durante las primeras dos horas despuГ©s de la apertura del negocio no habГa mucho que hacer, dado que los transportistas que entregaban la mercancГa llegaban a menudo en torno a las once de la maГ±ana y las operaciones de recogida del dinero sucedГan siempre a Гєltima hora de la tarde, hacia la hora de cierre.
Por esta razГіn se deleitaba con algunos pasatiempos o la lectura: su gГ©nero preferido era el ensayo. El seГ±or Tabellini extrajo de la bolsa que llevaba siempre con Г©l una revista semanal de quiz y crucigramas y comenzГі a hojearlo pГЎgina a pГЎgina.
Atrajo su atenciГіn un crucigrama y empezГі a reflexionar sobre Г©l.
–A ver… tres horizontal…dice: EscribiГі UtopГa. Mmmm… ВЎfГЎcil! TomГЎs Moro. Veamos otra. Bah… diez vertical…dice: El nombre de Brahe. Mmmm… ВЎtambiГ©n muy fГЎcil esta! Tycho[1 - Nota del traductor: Tycho Brahe fue un astrГіnomo danГ©s del siglo XVI considerado el mГЎs grande observador del cielo en el perГodo anterior a la invenciГіn del telescopio.].
SiguiГі con esto durante mГЎs de un cuarto de hora despuГ©s de lo cual lo distrajo un ruido estridente pero muy concreto: era una ventana que habГa sido hecha pedazos.
ВЎLos tГpicos gamberros que juegan a la pelota delante de las casas en vez de ir a la escuela!, dijo para sus adentros pero, al volverse, vio que la que se habГa hecho pedazos no era la ventana de una casa sino la cristalera de entrada de su supermercado. Acababa de introducirse un atracador entre las personas que habГa en su negocio. Estaba desesperado y bloqueado, ya fuera por lo que estaba sucediendo allГ dentro, ya por la ira que le habГa asaltado por el hecho de que aquel hombre enmascarado estaba a punto de robarle.
A Г©l, que en aquel momento estaba absorto en su crucigrama. Aquel hombre lo habГa apartado de su momento de diversiГіn y, cГіmo si no fuese suficiente, estaba a punto de robarle. HabГa dos cosas que en particular lo hacГan salir de sus casillas, si ademГЎs ocurrГan al mismo tiempo, Lucio Tabellini se volvГa literalmente loco.
SГіlo habГa un problema: no sabГa cГіmo defenderse.
IntentГі advertir al personal y, al mismo tiempo, al comandante de los carabinieri de San Lazzaro, pero no lo consiguiГі.
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notes
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Nota del traductor: Tycho Brahe fue un astrГіnomo danГ©s del siglo XVI considerado el mГЎs grande observador del cielo en el perГodo anterior a la invenciГіn del telescopio.
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